martes, 17 de diciembre de 2013

Divino encuentro.

Los hechos y personajes de este relato pertenecen al mundo de la ficción, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Los sábados a la mañana hay un ritual tan sencillo como efectivo para arrancar sereno el fin de semana que me gusta cumplir a rajatablas. Simplemente me preparo un mate, agarro un libro, pongo música de relajación y me siento en mi sillón a leer; es mi momento, ahí me encuentro con las grandes mentes y escucho lo que tienen para contar, descubro como piensan, como analizan, y los siento mis amigos lo que dura la lectura del libro.

En medio de mi ritual suena el timbre, odio que me interrumpan, corta toda la magia. Lo dejo esperando al Dalai Lama en mi sillón rojo, me acerco al portero y pregunto quien es, una voz desganada y lejana me dice que el correo. Bajo firmo la planillita y me dan un paquetito lleno de sellos y estampillas, miro la procedencia y leo Netherlands, Amsterdam, no lo puedo creer ya lo daba por perdido, la magia de la globalización.

Agarro el celular y le escribo a Ivo, - Ivo llegaron las trufas, estas para esta noche en casa ? - Si, estoy, a que hora? -, - a las 21:00 te parece bien ? -, - Genial nos vemos a la noche - . Le escribo a Gus, – Gus llegaron las trufas, estás para hoy a la noche ? -, dejo pasar unos minutos y nada, me impaciento y lo llamo, – Boludo llegaron las trufas, nos juntamos a la noche? -, - Si baby, ya te dije que si – me responde, y aunque no logro entender a que se refiere prefiero coordinar los detalles para el encuentro de la noche.

Como era de imaginar Ivo llega puntual, sonriente con una caja de zapatos bajo el brazo y Gus como de costumbre unos cuarenta minutos tarde. Separamos las trufas en 3 partes iguales y comenzamos a comerlas, pocas veces comí algo tan desagradable, una avellana rancia humedecida en vinagre de alcohol con moho sería una leve aproximación. Ivo las come como caramelos, Gus y yo a las arcadas, pero cada uno se termina su porción, ahora a esperar.

Cuarenta minutos mas tardes los efectos comienzan a hacerse presente, la habitación empieza a hacerse mas larga, los colores de los sillones y los cuadros mas estridentes, la música simplemente nos inunda, nos hace parte, cada nota, cada instrumento nos envuelve en un torbellino en el que se confunden los sentidos, con solo cerrar los ojos se puede ver la forma, el color de la música y sus transiciones, imágenes caricaturescas aparecen alocadamente, formas geométricas y coloridas, los patrones del piso de madera y los azulejos del baño están llenos de vida, imposible no estallar en risas. Desde el balcón, las luces de la avenida parecen fundirse en un rio de lava en medio de un cañadón de edificios rodeado de árboles danzantes que se pierden en el horizonte. Ivo  abre su caja de zapatos y saca toda clase de artilugios; caleidoscopios, perfumes, cremas, café, aceites; y nos conduce como un chaman a experimentar la magia de los sentidos, pasado presente y futuro se funden en un instante y cual caballero de la armadura oxidada, una a una nuestras corazas comienzan a desvanecerse, adiós ego, solo queda el ser en contacto con la conciencia, nos ponemos filosóficos, sentimos el regalo de estar vivos.

Ya entrada la madrugada, preparamos un mate y fuimos a la terraza, la oscuridad fue dando paso a los primeros rayos de sol, la quietud era absoluta, la ciudad dormía. Para ese entonces pasaba por un momento difícil en mi vida en el que luego de la pérdida de mi mamá, mi papá agonizaba, me encontraba en un momento delicado en mi relación de pareja y me sentía estancado en mi trabajo. Me sentía abatido, solo y abandonado. Sin entender muy bien por que, en medio de tanta quietud, sentí la necesidad de gritar, de desahogarme, de enviar un mensaje al cosmos, y junte todo el aire que fui capaz de meter en mis pulmones, abrí los brazos al cielo, y con toda la fuerza que pude, grite a los cuatros vientos:

-       DIOS ESTAS AHÍ ?

Todavía con los brazos extendidos, sentí una vibración en mi bolsillo, era mi celular, quien podría ser tan inoportuno me preguntaba, tomé el teléfono, lo miré y las lágrimas comenzaron a brotar y rodar por mis mejillas, una oleada de paz como nunca antes había sentido me recorrió el cuerpo y sentí que me desplomaba. Gus se acercó y me preguntó – Amigo estás bien?-, - Si - le conteste – y le mostré la pantalla del celular.

-       Si, estoy ! – decía el mensaje enviado por el esa misma mañana en respuesta a mi invitación.

A los pocos días, luego de una charla, mi papá partió en paz, con el tiempo las cosas en el trabajo fueron mejorando y al año siguiente le propuse casamiento a la mujer de mis sueños ( quien por cierto dijo que si ).


Onaikul.