Por mucho que trate, cuando intento recordar pasajes de mi infancia y de mi adolescencia, siempre recaigo en la misma decena de imágenes en mi mente. No obstante, increíblemente y sin relación aparente, estos días recordé dos nuevos pasajes que de una manera poco convencional si se encuentran relacionados.
Tendría que estar yo en la escuela primaria, y por primera vez en mi vida alguien me decía que al sonreír se me hacían pocitos en la cara. Lejos de tomarlo como un cumplido mi primera reacción fue la de sentir aquel comentario casi como un insulto, como si estuviesen evidenciando un defecto físico, una malformación o algo por el estilo. Que mal gusto pensé enojado, y por aquel entonces ya afloraron precoces indicios de misoginia en mi cabeza. La persona que estaba conmigo debió advertir mi amargura por la expresión en mi cara y finalmente me explicó que lejos de ser un defecto, los pocitos en la cara eran algo lindo, algo simpático, algo deseable, e instantáneamente volví a sonreírle.
El segundo de los recuerdos al cual hacia mención, transcurrió años después cuando me encontraba en la escuela secundaria y por primera vez escuchaba hablar de la celulitis. Cuando pregunté a la persona que me lo había mencionado que era la celulitis me explicó que eran pocitos que se hacían normalmente en la cola de las mujeres. Que lindo pensé, sin siquiera haberme dado tiempo para hacer una relación conciente de lo que estaba pensando. Al comentárselo a la chica con la que estaba, ésta me miró con cara de desconcierto como quien escucha a un amigo con toda naturalidad decirle que proviene del planeta Marte y viene en son de paz.
Me queda claro que no estoy descubriendo nada nuevo, pero nunca me había detenido a pensar hasta que punto la belleza no es más que un puñado de convenciones que van cambiando a través del tiempo, basta recordar la famosa pintura de Goya, La Maja desnuda del siglo XVIII, o La Venus del Espejo de Velásquez, para darnos cuenta que los parámetros de belleza de la época poco tienen en común con los de nuestros días, sin ir tan lejos en el tiempo y en la distancia, podemos recordar a las vedettes argentinas de los años ochenta para darnos cuenta inclusive en que poco tiempo pueden cambiar estas convenciones.
“ Queridas Mujeres, sus pocitos en el culo son hermosos, les hacen creer al mundo que le sonríen”
La Venus del Espejo
La Maja Desnuda
Onaikul
Genial.
ResponderBorrarDe todas formas muy pocos quieren comerse una gorda....
ResponderBorrarG